LA VIDA SE TRATA DE PEGAR CENTRO, NO DE SALIRSE DEL CUADRO...
Los países necesitan consensos. Los extremos usualmente asumen que la verdad es como una casa esquinera, y que el bienestar se encuentra fuera del ángulo externo que da con el muro, lejos del núcleo, lejos de la cocina, lejos de los hogares, pero cerca del capricho y muy cerquita del ego del resentimiento social y sus pucheros de angustia y auto-compasión.
Es penoso mirar a los políticos extremarse en el cuidado de su espacio y su metro cuadrado, teniendo por mérito el llamar y aparecer, de cualquier forma, como en una plaza y como vendedores de manzanas con veneno auto-propinado, sus "esquinazos" de auto-abrazo bajo el gesto de la caricatura de quien se toma la espalda con sus dedos y se masajea como en broma, pero en serio.
Cada cierto tiempo, la sociedad se descuida, aparecen peleas, crisis, o rupturas de cocina, de sala, de dormitorio, o de control remoto, que generan explosiones de plato de lentejas, de mandíbula de mamífero en hueso sin carne, que en lo psicológico, generan heridas y alejamientos que llevan a los vectores personales a iniciar travesías hacia los rumbos de esquina de los hogares, de las familias, de los domicilios, y de las comunidades. Allí es donde los duendes se hallan y moran, y allí es donde en las quebradas se encuentran soledades para hacerse compañía.
Siempre, eternamente, el amor es más fuerte, y el vómito que produce el encuentro con el duende de quebrada, en alguna que otra noche sin Luna, cuando los anhelos de escape nos llevan hacia la aventura, terminan, gracias al amor de una familia, comunidad, o sociedad, en un voto de confianza al joven o al agotado, que lo devuelve al nido y al centro del dial, de modo que su radio se sintonice con la amplitud o la frecuencia modulada de su ADN@+, y se produzca el encuentro, la curación del espanto, y el retorno al reencuentro.
Otras veces, las soledades no tienen cariño ni cruz, o vienen cultivadas por resentimientos de sociedad, duros y parejos, a veces mayoritarios, no curados, no dialogados, que hacen que grupos grandes de duendes destruyan iglesias que no los consolaron, que les abusaron por sobre sus penas, o rompan monumentos de guerras pasadas que ya no les llaman a nada, porque se las borraron varios duendes en su caminar conjunto bajo el alero de un techo, un piso, un asiento, una pizarra, y un maestro duende, que consiguió más que una esquina, y obtuvo un palco para inocular su producción de veneno no curada porque no había cura, o porque el de la cura era un mal cura.
Así, la realidad va creciendo, y así va estallando. Para quienes están en las esquinas, la realidad de las redes reproduce solo esquinas. Para los que están en el centro, la realidad de la inteligencia artificial pinta solo centros. Para los que van a la derecha, la alegoría va hacia allá, y para los que van al poniente, la imagen y mil palabras, ambas, le acompañan como en cada noche, como falsa luna, y falsa luz.
Por ello, es penoso mirar cómo en la vida política, la ciudadanía de este mundo de azares, se auto-esquina y se desencuentra, buscando lo nuevo, y tratando de encontrar en el extremo lo diferente. Por momentos se vota por ello, y se generan estallidos de calle o de urna; sin embargo, no se encuentra lo de fondo: "no es hermoso", peor aún, no hay "victoria" (siempre), y la racionalidad de la realidad, la naturaleza de verdad, y sobre todo el amor y la comprensión, el respeto, el humor, la calma, la paz, la humildad, el hogar, la bondad, el consejo, el abrazo con el ajeno, el derecho de vivir en quietud, terminan calmando las aguas y aquietando las olas producidas por el piedrazo que rompió antes el manto que separa el oxigeno del hidrógeno, el aire del agua, y esta última, del aceite.
La ley de la naturaleza es así: no importa cuánto bregue el ser humano, el universo conspira en favor de sus propios derechos que están escritos en un equilibrio que puede moverse por un tiempo, pero que al final destruye al que agrede lo inmutable desde sus relativismos de esquina, y sus soluciones vanas.
Allí es donde los extremismos se vuelven fallidos, donde las soluciones de esquina se hacen insostenibles, y donde las aguas siempre vuelven a su nivel, a su cauce, y se llevan países, ciudades, barrios, políticos y movimientos consigo.
Muchos pensarán en sus procesos al leer estas letras, y meditarán que durante el tiempo que pudieron lo lograron, y luego se aseguraron un cambio de estado a costa de los incautos, en lo político, lo ambiental, lo cultural, lo económico, o lo social. No se engañen quienes piensen eso: lo mal habido, y lo que fácil llega, fácil se va, y cuesta el doble.
Por ello, quizá sea menos sexy, menos visible, menos popular, menos poderoso, y menos productivo en plata y/o en persona, ser del asqueroso centro, como le llaman los extremistas a quien propone lo demócrata y lo cristiano, lo social y lo cristiano, lo social y democrático, o lo gremial, o lo amplio, en un solo frente.
A la larga, las convergencias hacen que implosionen las convenciones, y siempre terminen imponiéndose con sus fuerzas mayores, las opciones centrípetas, dejando atrás a las divergencias, los estallidos, sus rabietas y sus fuerzas centrífugas, en la suma electoral de vectores.
Lo saben bien en Chile, por ejemplo, la gente del Frente Amplio y los que hoy eluden al "Comunismo" y a la "Lista del Pueblo", al verificar que ya una vez en el poder, los duendes no caminan en favor de lo común sino de lo propio.
Lo saben también los entrenadores de la esquina del propio duende encaramado en la arena, de alguna querida y vieja, pero asaltada recoleta, cuando el voto le dice que tampoco esta vez pasará, porque se sabe que no se está con EL pueblo, sino con una parte del mismo, que pronto madurará, y que pronto se centrará.
Es la ley de la vida.
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