Ayer se emitió un nuevo capítulo del programa #100INDECISOS en Chile. El programa es un excelente ejercicio mediático y periodístico. El tema de ayer era "educación".
El formato del programa es sencillo y contundente: a) participan 100 indecisos, que votan al inicio y al final del programa sobre aprobar o rechazar en el plebiscito sobre la constitución; b) en el intermedio, hay dos representantes por cada opción, que están frente a una audiencia de votantes y periodistas independientes; c) los votantes son presenciales por la capital de la república, y virtuales por el norte y el sur del país; d) los tres periodistas interactúan en un momento intermedio entre presentaciones por grupo, y un fuego cruzado entre grupos.
Nada mejor que lo ocurrido ayer para fijarse en el futuro de un país como Chile, al topar el tema educación, con una votación inicial de 34% en rechazo al inicio, que se convirtió en 49% al final. El apruebo bajó de 66% a 51%, haciendo mayoría simple en esta materia (la constitución de marras coloca a la educación como un derecho a ser garantizado vía educación pública por el estado) terminando con un "a favor" apenas mayoritario (mayoría simple) luego de partir ganando holgadamente antes, con mayoría absoluta.
La educación es poderosa como canalizadora de derechos, pero también es potente como eje de individualismo. En la educación radica la base del poder en lo público y la salida de la pobreza en lo individual.
El resultado de ayer se suma al voto que hizo la principal institución educativa de Chile, la Pontificia Universidad Católica, donde el rechazo, entre sus estudiantes, se impuso (a todo el texto propuesto por una convención constitucional de bajo nivel académico); esto, a pesar de que en la Federación de Estudiantes el voto era por el apruebo.
La educación, los derechos, el poder y la pobreza interactúan siempre y de formas contradictorias. La política muestra así, que su camino ya no es el ideal y que hay formas de construir lo público que no pasan por el estado, sino por lo individual, incluidas materias como la educación, y qué hablar de materias más de fondo, como la lucha contra la pobreza.
Por ello, este cortísimo artículo contiene cuatro ideas enlazadas entre sí:
La cultura legalista que establece el derecho por sobre la responsabilidad está instalada, pero tiene los días contados.
La consecuencia de lo anterior, es que el fracaso cada vez más estridente del estado y los políticos termina avivando el individualismo y, curiosamente, no acelera las contradicciones de clase que -según el comunismo en declive de fondo- irían en desmedro del capitalismo. El fracaso del estatismo mina al socialismo, como veremos más adelante.
El poder, en estas circunstancias, al quitarle fuerza a los individuos y sus hogares, sus emprendimientos y comunidades, se acrecienta vía derechos y populismo, en grupos pequeños de políticos poderosos y muy grandes empresarios amigos y socios suyos, que poseen capitales de voto y de negocio. En los tiempos constitucionales de derechos fallidos no se empodera a quienes solo trabajan para vivir en el día a día, y estos últimos quedan más a merced de los políticos y por ello, pierden libertad.
Al final, la pérdida de libertades se traduce en un grito similar al del #rechazo en Chile, donde las voces siguen creciendo y haciéndose más fuertes, por las múltiples inter-dependencias sociales que juntan una a una, parte por parte, a individuos que luchan desde lo micro, pero se dan cuenta de que ya no están solos al cumplir sus responsabilidades, y que si confían en un regalo de "derechos" caen bajo un error de fondo: confiar en que la pobreza se elimina por decreto y no por capital, producción, mercado, y competencia, como realmente muestra toda evidencia de toda literatura, de todo país, en todo tiempo.
Ciertamente, los derechos y las cartas magnas que proclaman "mágicas" soluciones de estados constitucionales de derechos no han corregido los vicios de sus rivales, las constituciones liberales, también venidas a menos durante el proceso de reformas concertacionistas en las cuales se generó un mix de políticas de izquierdas y derechas en todo el mundo, pero hoy de nuevo en boga, al mirarse que es "preferible malo conocido que bueno por conocer".
Posiblemente, el aumento del rechazo en Chile es fruto de los datos que siguen destruyendo relatos: las constituciones de derechos empeoran la situación y se vuelve a tener al final más pobreza e incluso más desigualdad. En el viejo y el nuevo socialismo en Europa y América, menos de 1% de los ricos y poderosos concentran al final más del 50% a 80% de las riquezas y las empresas, haciendo explotar en mil pedazos la clase media que antaño fuera construida vía emprendimiento e inversión.
¿Cuál es la salida entonces, si debemos rechazar las constituciones de derechos?
Posiblemente, la salida es el libertarianismo: menos estado, y menos derechos, pero más mercado, con más responsabilidades. Al final, la salida no es nueva: es el mismo individualismo, pero vuelto legal y no vuelto inmoral. Los nuevos "derechistas" son quienes ofrecen derechos a las mayorías, pero terminan favoreciendo más a las viejas derechas, curiosamente, desde las izquierdas.
Por ello, la salida libertaria es tecnológica, y busca dejar fuera de juego a los políticos y a sus mentores y financiadores, trabajando con emprendedores y comunidades, de forma liberal y conservadora, más allá de izquierdas y derechas: con diálogo, organización, inversión e impacto.
Uno puede preguntarse, como libertario al final, ¿si el fascista no es -más bien- quien termina impulsando el totalitarismo por buscar derechos? El fascismo siempre ha empoderado de mejor manera a quienes buscaba debilitar en su discurso. Por ello, no hay nadie pro-mercado que sea verdaderamente fascista, si busca la competencia perfecta, y sí que hay, en cambio, demasiadas personas en el estatismo que terminan siendo realmente fascistas, al buscar y lograr el control absoluto, como vemos recientemente en Nicaragua, donde se manda a apresar a candidatos y obispos.
Un Diálogo entre diversos e individuales para acordar proyecto a proyecto, nos parece una mejor forma de hacer economía hexagonal: de forma libertaria. ¿No sería más costo-efectivo optar por votar por el fundamento micro? (construir desde los hogares y empresas, hacia lo macro y continental, e incluso lo global?)...
Roberto F. Salazar-Córdova
HEXAGON GROUP.
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