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Chile 2030: del agotamiento politiquero al poder de las familias y las comunidades digitales

HEXAGON GROUP


CSP: RECUPERANDO LA ESTABILIDAD
CSP: RECUPERANDO LA ESTABILIDAD

I. El siglo XX: la era de lo privado y la estabilidad


El Chile del siglo XX se convirtió en un caso de estudio en América Latina. Tras un siglo de vaivenes, la segunda mitad marcó un rumbo diferente. La autonomía del Banco Central en 1989, las reformas de apertura y la disciplina fiscal dieron un marco de estabilidad inédito.

Las cifras lo confirman:

  • La inflación, que en los 70 superaba los 300% anuales, cayó a menos de 5% en los 90.

  • El PIB creció en promedio 6,4% entre 1986 y 1997, con años sobre 7%.

  • El desempleo pasó de casi 30% en los 80 a 6% en 1997.

  • Las reservas internacionales saltaron de menos de US$2.000 millones en los 70 a más de US$15.000 millones en 1999.

  • El tipo de cambio se estabilizó en torno a $500 por dólar.

Ese fue el tiempo de lo privado: el Estado se retiró a un rol regulador, mientras la empresa privada y la inversión extranjera lideraban la transformación. Chile se convirtió en “el milagro latinoamericano” de los 90, con un norte estratégico claro: crecer, exportar y abrirse al mundo.


II. El siglo XXI: la era de lo público y la inestabilidad


El nuevo siglo rompió ese equilibrio. Lo público pasó al centro, pero no como garante de cohesión, sino como foco de conflicto. La política se hizo cargo del relato, y con ella llegó la polarización y la pérdida de dirección.

La evidencia económica es contundente:

  • El PIB se desaceleró a un promedio de apenas 2% anual desde 2014.

  • El IMACEC se desplomó –10,7% en 2020, rebotó +11,7% en 2021, y desde 2022 se estancó en el 1–2%.

  • La UF pasó de $14.000 en 2000 a casi $40.000 en 2025, un alza de +185%.

  • El dólar se depreció de $500 en 2000 a más de $900 en 2025.

  • El desempleo se mantuvo alto, entre 7 y 10%, con un peak de 13% en pandemia. Hoy ronda 8–9%.

  • Las reservas internacionales superan los US$40.000 millones, pero representan menos del PIB que en los 90.

  • La TPM llegó a 11,25% en 2023 para contener inflación y hoy converge a 4–5%.

  • El cobre, pilar fiscal, se ubica en US$4,2–4,5/lb, lejos del superciclo de 2011.

En paralelo, la política se volvió errática:

  • Protestas estudiantiles (2006, 2011).

  • Estallido social (2019).

  • Procesos constituyentes fallidos (2021 y 2023).

El resultado: más del 60% cree que Chile va por mal camino (Cadem 2025). Boric cierra con 32% de aprobación, y la elección de 2025 se reduce a un duelo polarizado: Kast (27%) vs. Jara (25%), con Matthei relegada al 12%. El centro político desapareció.

El siglo XXI chileno es el tiempo de lo público: del protagonismo del Estado, pero sin capacidad de ofrecer cohesión ni crecimiento.


III. 2025: el cierre de un ciclo político


Chile entra a elecciones 2025 cansado. La gente ya no confía en que la política resuelva sus problemas. La polarización electoral es solo un síntoma: lo profundo es que el país carece de un proyecto nacional articulador.

En la región ocurre lo mismo. En Venezuela se juega el fin de un ciclo continental: la caída de un modelo populista que sobrevivió más por inercia que por resultados. La región está lista para virar.


IV. La década de 2030: regionalismo libertario y comunitario


Lo que viene no será más burocracia ni más ideología. El nuevo ciclo será de regionalismo libertario:

  • Localismo: los hogares se reconocen como sujetos económicos activos, no como dependientes.

  • Familias: vuelven a ser el centro del liderazgo económico y cultural, articulando comunidad y transmisión de capital humano.

  • Comunidades: ejercen soberanía sobre su territorio y recursos con legitimidad legal.

  • Regiones: se organizan como bloques de inversión y sostenibilidad, conectados entre sí sin necesidad de intermediación centralizada.

  • Apertura descentralizada: lo local se conecta al mundo en sus propios términos, con identidad preservada.

Ya no hablamos de PPP (public-private partnerships), sino de CSP (cross-sector partnerships):

  • Estado, empresa, familias, comunidades, academia y medios en cooperación transversal.

  • No cuotas de poder, sino integración estructural.

  • Un tejido social, económico y cultural que libera a los hogares y legitima a lo comunitario.


V. CSP y la tecnología: el rol de CSPINC.TECH


La pieza que permite este cambio es la tecnología. Las plataformas digitales no solo automatizan procesos; conectan lo local con lo global y devuelven poder a quienes nunca lo tuvieron: los hogares y las comunidades.

Con CSPINC.TECH, esta lógica se hace operativa:

  • Un hogar puede organizarse en una comunidad digital y acceder a inversión con legitimidad legal.

  • Una comunidad puede firmar contratos inteligentes con alcance global, sin depender de la política central.

  • Las familias pueden transformar sus ahorros en inversión real, trazable y reconocida en los mercados.

  • La academia y los medios pueden integrarse como certificadores y narradores de legitimidad.

Es un cambio profundo: la economía ya no gira solo en torno al Estado o al mercado, sino en torno a comunidades digitales con legalidad y legitimidad, capaces de proyectar su fuerza hacia el mundo.


VI. URKU: un ejemplo de transición


En este marco, URKU aparece como un ejemplo concreto de cómo articular hogares, comunidades y capital natural en un modelo de largo plazo. No es el único, pero sí ilustra el camino: tokenización de recursos, gobernanza comunitaria y respaldo binacional. Su importancia no está en la marca, sino en lo que simboliza: la posibilidad de que familias y comunidades inviertan directamente en su propio futuro.


VII. Conclusión


  • El siglo XX fue el tiempo de lo privado: estabilidad, apertura y crecimiento.

  • El siglo XXI ha sido el tiempo de lo público: inestabilidad, polarización y pérdida de rumbo.

  • 2025 marca el cierre de este ciclo político.

  • La década de 2030 abrirá paso a un regionalismo libertario, donde las familias y comunidades se convierten en protagonistas gracias a la tecnología y a los CSP.


Lo fundamental es que ahora los hogares ya no dependen de la política para existir económicamente. Pueden organizarse en comunidades digitales con legitimidad legal, invertir, producir y conectarse con el mundo en sus propios términos.

El futuro de Chile —y de los Andes— no se decidirá en los palacios de gobierno, sino en la capacidad de las familias de liderar y de las comunidades de organizarse, con la tecnología como puente entre lo local y lo global.


VIII. Anexos



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