SUBSIDIOS, SALUD, RECHAZO, DIALOGO Y REFORMAS
Los subsidios permanentes y las constituciones pasajeras quitan libertad y alejan la paz
Afrodita no puede ser Atenea, y viceversa. Un subsidio no debe ser permanente, lo mismo que una ley suprema no debe ser pasajera.
La palabra subsidio viene del latín subsidium: ayuda, socorro, refuerzo. Cuando el estado debe subsidiar de forma permanente la ayuda, el socorro o el refuerzo económico a grupos sociales, es porque dicha sociedad ha fracasado en su dignidad, su libertad y su responsabilidad desde lo hogareño, lo familiar, lo privado e incluso lo comunitario.
Nadie que tiene dignidad, que quiere ser independiente y que busca auto-determinarse, desea -para nada- volverse dependiente de la ayuda permanente de sus amigos, familiares, de un tercero, y mucho menos depender de un político, o mendigar recursos al estado.
Ciertamente, hay momentos de debilidad, crisis y momentos en los cuales se requiere llamar a los refuerzos, de modo de no caer en pobreza coyuntural, estructural o extrema; lo mismo, hay momentos en los que mantener o acrecentar el empleo y conquistar mercados requiere una ayuda que nivela la cancha frente a competidores de otros países, que tienen estructuras de apoyo basadas en pactos sociales propios de países ricos y poderosos.
Sin embargo, la permanencia de un subsidio habla de una debilidad estructural que creará una falsa seguridad, una falaz competitividad, y destruirá a la final los presupuestos y los incentivos de toda persona natural o jurídica, al convertirla en poco innovadora y siempre complaciente con su donante o su patrocinador.
Subsidios Constitucionales: la Nueva Droga del Siglo XXI
Cuando un subsidio se vuelve permanente, hay un triunfo del mundo político sobre el mundo económico que a la larga golpea al mundo social. Un subsidio por ley suprema es algo que no tiene lógica, sobre todo si se sabe que las leyes supremas no deben cambiar sino a largo plazo, y no pueden reformarse conforme cambian las circunstancias de corto o mediano plazo, pues para dichos cambios están hechas las leyes orgánicas y las leyes ordinarias.
Los grandes cambios son los que deben constar en una constitución: el combate a la desigualdad y la entrega de derechos sociales por moda y a la carta no son elementos que se puedan hacer cuando un país todavía no ha terminado de combatir la pobreza y cuando un país todavía lucha por entregar derechos económicos por necesidad y a modo general.
La igualdad no es un imperativo social. La justicia sí lo es. Para la segunda existen sistemas basados en los derechos, mientras que para la primera existen mecanismos basados en la justicia. La igualdad ante la ley es algo que se imposibilita cuando el estado se vuelve el primer rupturista del principio anterior por la vía de la creación de subsidios para unos hogares sí y otros hogares no, o cuando entrega otro tipo de subsidios para unas empresas sí y para otros emprendimientos no.
De todas formas, en función de los principios de fondo, constituidos, permanentes, y sólidos, se puede optar por acuerdos basados en el principio de que la razón no pide fuerza, con lo cual se tendrá 2/3 de los congresistas de cualquier país dispuestos a apuntalar reglas que sean justas de implementar.
Siempre habrá luego espacios para otros cambios más del día a día, más ordinarios, para lo que se requiere dejar que las reglas políticas más pequeñas sean acordes al funcionamiento ya regular y cambiante de la sociedad y sus modas, o de la economía y sus modos, ambos dinámicos, ambos cambiantes, ambos flexibles.
Introducir rigideces no es cosa de Atenea; no es algo sabio. Incluir subsidios permanente por constitución suena más bien a algo de Afrodita, la diosa que no tuvo infancia, que nació anti-naturalmente, ya siendo adulta, con sus formas físicas maduras y listas para ser deseables por todos los mortales y los inmortales.
Volvamos a Atenea: las constituciones difícilmente resuelven una demanda social.
Tras el fracaso del enamoramiento con sus dioses no eternos sino de 10 años, hoy caídos del olimpo de su política, en Ecuador el actual gobierno ha eliminado los subsidios y ha vetado el código de salud, algo impensable en el Chile de hoy.
La reacción social que se espera en Ecuador en estas horas y días será un buen indicador para Chile, en el sentido de esperar a ver si la fuerza de la calle será la que se esperaba en Octubre o no. A Chile le preocupa, a la hora de votar Rechazo vs Apruebo, si al elegir el primero, los segundos volverán a la violencia.
Mirar lo que pase en Ecuador en las próximas dos semanas servirá para que Chile pueda elegir con paz si en Ecuador hay paz. Mirar hacia Ecuador es algo que hubiera hecho Atenea y habría alejado a Afrodita, si las Diosas griegas fueran mujeres políticas del hoy por hoy.
Si en Ecuador vuelve la polarización, y si allá la hostilidad impide comparar perspectivas y argumentar, y si en lo ecuatorial se opta aceleradamente por el pensamiento superficial o el pensamiento instantáneo, como históricamente ha pasado allá, entonces se podrá ver que el país ha quedado ajeno al diálogo y a las soluciones de fondo.
Suponemos que el Presidente de Ecuador habrá medido los riesgos.
Tomar una medida como la que se ha tomado solo puede ser obra de un político que se junta a un país que ha decidido pensar despacio y dejar las ideas claras y bien cimentadas, sabiendo ya, por experiencia, que es clave evitar la politización de un debate social, pues entregarse al populismo es el equivalente a un pensamiento no educado, sin tiempo, carente de paciencia e interacción.
Chile usualmente ha sido el país que ha pensado de dicha forma, no tropical.
No parecería imposible, por ello, que Chile pueda dar su favor al Rechazo, al pensar despacio, alejarse del poder de Afrodita, diosa del reino de los políticos, mismos que gobiernan desde el presupuesto público y las leyes genéricas.
Dialogar abre espacio a la sabiduría de la ciudadanía.
Es importante mirar si el COVID19 ha generado en Ecuador y en Chile una población más sosegada, capaz de aceptar la realidad de manera adecuada, y capaz de ir a una votación consciente en general.
En el último semestre, el votante ha tenido tiempo para dialogar y madurar en el hogar. Lo que acaba de ocurrir en Ecuador muestra una hipótesis de que aún en un país tropical, se calcula que la población estará con una nueva disposición diferente a la del 2019.
Para Chile como país, en el 2020, si el proceso es similar al que parece es en Ecuador, se puede esperar con calma con miras a elecciones donde se puede esperar resultados basados en la oportunidad que se ha tenido en toda la economía y sociedad de Santiago y Regiones, de pensar despacio y dialogar en casa, con los clientes, los compañeros de trabajo, los socios y los vecinos y amigos.
Hacer menos caso de los medios
Algo que ha pasado en Ecuador, es que los medios han hecho un mea culpa por la década correísta.
Acá en Chile parece que aquello todavía no ocurre. Es, la verdad, un poco vergonzoso, mirar a las estrellas de los medios sin una brújula de largo plazo.
Una gran ventaja de Chile, sin embargo, es que se tiene acceso a otros medios y que las redes van destapando, en libertad, las realidades de fondo. En ello, la cuarentena ha permitido reducir el virus que se contagia por medios masivos, al haber menos necesidad de ver lo que ya no hay en las calles: contacto y roce.
Salud Mental, Más Sabiduría y Menos Afrodisiacos
Volverse adictos al estado y a las constituciones afrodisiacas no son cosas de sabios. Parecerían más bien ser cosas de personas que han perdido su salud mental fruto del pánico.
No creo que Chile sea un país que se caracterice por hacer locuras. Tiene sus momentos sí, como toda sociedad, pero siempre se ha vestido como un país de razones de fuerza.
Hoy, lo que más se cuida es la fortaleza mental, junto a la salud espiritual, pues ambas permiten mantener la salud corporal. Tener salud política suma a las dos primeras, pues aporta a tener salud económica y social.
Si algo se ha aprendido en pandemia es que la individualidad y las normas familiares son fundamentales para cuidarse, no seguir al bulto y no caer en el miedo que se genera bajo acciones tiradas de los cabellos por el "think group" de arrastre bajo fenómenos de masa.
Leer y pensar, personalmente y familiarmente, lejos de los medios de comunicación masiva, pero también lejos de las redes, dialogando en pequeñas comunidades, aleja a las personas de los grupos que buscan la respuesta rápida, y permite evitar caer en elecciones no objetivas.
No seguir a la masa no implica no querer soluciones.
El verdadero fenómeno de masa es el que se produce en las elecciones. Las encuestas, en estos días no son objetivas, pues hay criterios que cambian día a día, en función de nuevas informaciones, como por ejemplo la disponibilidad de una vacuna, o la posibilidad de hacer o no ventas, o la opción de tener madurado ya un producto que genere nuevas rentas, incremente las ventas, permita afincar un emprendimiento, y crear nuevos clientes por métodos más individuales y proyectos más acordes con el futuro.
Así como se está reinventando el mercado, se reinventa el estado. Despejarse de prejuicios requiere respirar y enajenarse de caricaturas sobre la otra parte, de modo de poder dialogar y no perjudicarlo al otro, en ningún momento, con decisiones que ni sirven, ni llevan a ninguna parte.
Los argumentos sobre lo que no es necesario y dañoso requieren alternativas y propuestas que son diferentes a lo que usualmente proponen los protagonistas en medios y en la política.
Ecuador y Chile: Coyuntura y Estructura
Ecuador tiene una coyuntura compleja y va saliendo de ella en función de una estructura cada vez más sólida. Chile tiene una estructura cada vez menos sólida y va saliendo de ella en función de la misma coyuntura compleja en la que va entrando en función de malas decisiones de los políticos, muy diferentes a las buenas decisiones que en Ecuador van tomando los políticos del gobierno central, especialmente.
Dejarse llevar por lo que desean los parlamentos (congreso y/o asamblea) no parece ser una buena medida ahora en Ecuador ni en Chile.
Chile, sobre todo, debe ser fiel a su tradición; es el país que ha tenido menos constituciones "importantes": 4 de hecho: 1833, 1925, 1980 y 2005, para contar las claves.
Se puede confiar en que Chile siga una secuencia de reformas con los cuales su ley suprema ha evolucionado poco comparada con lo que ha ocurrido en Ecuador. En Chile, la constitución ha cambiado conforme ha evolucionado el país: recogiendo cambios y no refundando históricamente el país.
Los políticos, sin embargo, tanto en Chile como en Ecuador, tratan de llamar la atención: tienen bajo nivel de aceptación, pagan a los medios para que los publiciten, y venden su programa de popularidad, centrados en algo que a la larga muy probablemente, si hay lógica, será rechazado en Chile, como está siendo rechazado ya en Ecuador.
Si en estos días resulta que se mantiene la paz en Quito, los Santiaguinos sabrán que no deberán actuar intimidados por el miedo a una estrategia violenta.
Si Quito se sostiene durante estas dos a cuatro semanas, Chile tendrá permitido pensar despacio, reaccionando lejos de lo que los políticos desean hacer entre ellos con lo único que pueden hacer: leyes.
Si Chile y Ecuador triunfan, el problema no será entonces ya una ley, sino lo real, el combate a la pobreza, que es el mal a erradicar tras la pandemia, no una norma.
Un futuro de reformas
La Constitución de Chile, de 1833 fue modificada en 1925 y luego en 1980. Desde 1989 se cambió muchos elementos, y en 2005 se cambió con Ricardo Lagos, quien mencionaba que se tenía una constitución democrática ya, "afín al espíritu de Chile".
Si ese espíritu prevalece, se tendrá, como siempre, un país lleno de reformas y luchas, pero lleno de razones por sobre la fuerza.
La situación de Chile y la de Ecuador se espera sean las que la gente actualmente desea: proteger derechos como el de la vida, la integridad, y otros derechos fundamentales. Poner de acuerdo a los políticos en los congresos, y a los periodistas en los medios, para que orienten las cosas de forma orgánica es fundamental para no vulnerar derechos a la propiedad, a la paz, y sobre todo a la libertad.
Mi voto en este 2020 y durante el 2021 siempre será por Atenea.
Roberto Salazar-Córdova
ADN@+
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