200 años
1822-2022, 24 de Mayo, Quito, Pichincha, Ecuador, Andes, Sur, Ibero-América, Orbe.
Hoy se cumplen 200 años desde que los Patriotas Libertarios de Quito, junto a los Pichinchanos, Ecuatorianos, Andinos, del Sur de Io Ibero-Americano, junto con aliados de todo el orbe, incluidos bretones, ganaran la Batalla del Pichincha frente al Imperio donde nunca se ponía el Sol.
La expresión "El imperio donde nunca se pone el sol" ha sido usada en diferentes contextos para definir un cierto tipo de imperio global, tan extenso que siempre hay al menos una parte de su territorio donde es de día. Fue originalmente usado por el Imperio español, fundamentalmente entre el siglo XVI y el siglo XVII.
Para 1822, España ya no era el enorme y vasto imperio que fue en su momento al juntar zonas ocupadas, no ocupadas y dominios temporales en todos los husos horarios del planeta:
Si Usted habla Español, he ahí el mapa de lo que puede conquistar. Si Usted es Quiteño, he ahí el mapa de aquello a lo que usted le ganó un 24 de Mayo hace 200 años.
Quito, de hecho, era una Real Audiencia, dependiente del Virreinato de Lima, liberada desde el antiguo Virreinato de Nueva Granada, desde donde se avanzó para sellar la libertad luego, bajo el mando del futuro Mariscal de Ayacucho, José Antonio de Sucre, casado con noble Quiteña de alcurnia.
Las realidades del Quito Libertario, como Real Audiencia, son variadas: fue cuna del último emperador Inca (Atahualpa) en torno a 1497, fue capital del imperio Inca en 1522 y fue sitio del primer grito de una capital de audiencia o capitanía en América en 1809, así como fue el lugar desde el cual se terminó de liberar la Nueva Granada y se organizó la libertad de Lima y el Perú en 1822.
El Himno (original) a Quito canta: "Oh ciudad española en el Ande, o ciudad que el incario soñó, porque te quiso Atahualpa eres grande, y también porque España te Amó".
Considerado un símbolo de la ecuatorianidad, Atahualpa es un personaje substancial para entender los destinos de su tierra. Fue el último soberano del imperio inca, y su trágico final ha sido convertido en leyenda, sobre todo desde la perspectiva indigenista. Atahualpa era el hijo menor del emperador Huayna Capac y de la princesa Paccha Duchicela. Los estudiosos sitúan su nacimiento en torno a 1497, en el Reino de Quito, y más en concreto en Caranqui, lugar donde aún se recuerda con orgullo la figura del inca.
"Al decir de las crónicas, Atahualpa se curtió guerreando junto a su padre, quien puso especial cuidado en su formación física e intelectual. Todo el territorio conquistado por Huayna Capac —de más está aclararlo— componía un imperio tan vasto que desafíaba la mayor de las ambiciones. Sin embargo, al perecer su progenitor en torno a 1525, Atahualpa heredó el reino Quito, a la par que su hermano Huáscar dominaba el reino de Cuzco. Tal división territorial propició una disputa sucesoria que aún hoy despierta pasiones. La guerra fratricida comenzó en 1527. Tres años después, Huáscar era vencido en la batalla de Huancavelica, y en 1532 Atahualpa se declaraba victorioso en Quipaypan, proclamándose Inca en el ambicionado Cuzco.
Por una fatal coincidencia, ese triunfo militar coincidió con la llegada al Tahuantinsuyu de las fuerzas expedicionarias de Francisco Pizarro, quien se vio favorecido por los seguidores de Huáscar.
El enfrentamiento con los conquistadores fue del todo desfavorable para Atahualpa, quien fue prendido en Cajamarca tras ser diezmadas sus fuerzas. El dramático episodio que sigue a su encarcelamiento es bien conocido: el Inca ofreció un gran rescate a cambio de su liberación, pero Pizarro, influido por Almagro, no respetó el trato y optó por juzgar a Atahualpa. Su condena a muerte favorecía el dominio español y evitaba el riesgo de una sublevación.
En 1533, después de recibir el bautismo, fue estrangulado el último Inca. Poco antes, dejó dicho que sus mujeres e hijos, entre ellos Francisco Atahualpa, quedasen al cuidado de Pizarro, nuevo gobernador del Perú".
Tal como narra el Centro Cervantes, la rebelión de Atahualpa fue una rebelión quiteña, que se tomó el corazón del imperio conquistador previo, en Perú, donde fueron especialmente sangrientos, en Cuzco, en torno a los vivos y muertos, descendientes y momias de quienes en su momento los conquistaron a los quiteños.
Aquello no sirvió de mucho, pues los conquistados e invadidos, gobernados y sofocados se aliaron con el siguiente imperio, el español, para volver a gobernar, desde Lima, a los quiteños.
Pasaron 276 años para que se volviera a dar un grito de independencia quitensis, en 1809, pero se debe recordar que solo un año después, se sofocó dicha revuelta con tropas venidas desde Perú, de refuerzo, de España. La matanza fue brutal, y mucho tuvo de venganza y brutalidad:
El proceso de la independencia del actual Ecuador se inició con la Revolución de Quito (1808-1812), que el 10 de agosto de 1809 instaló una Junta Suprema, desconociendo la autoridad del Presidente de la Audiencia, Conde Ruiz de Castilla. Esa Junta fue el primer gobierno criollo en la Patria Quiteña, que movilizó conceptos políticos absolutamente nuevos como los de soberanía popular, autonomía y representación de los pueblos.
Restaurado el Presidente Ruiz de Castilla y llegadas las tropas realistas limeñas a Quito, se inició la persecución a los próceres de la Revolución Quiteña, que fueron encarcelados en el Cuartel Real (actualmente Centro Cultural Metropolitano). La confabulación para liberar a esos patriotas, que consistió en tomarse el cuartel, fracasó, de modo que la represión fue brutal y no solo fueron asesinados los principales líderes de la Revolución Quiteña, sino que la represión se extendió a los barrios de la ciudad, cuya resistencia no pudo detener la muerte de unos 300 habitantes.
La masacre en Quito definió a la ciudad por la independencia y repercutió en otras regiones de la Hispanoamérica de la época. El Congreso de Diputados que logró reunirse en Quito, dio los primeros pasos para la autonomía definitiva, proclamando precisamente la independencia (11 de diciembre de 1811) frente al Consejo de la Regencia, y luego, el 15 de febrero de 1812, dictando la primera Constitución que creó el Estado de Quito, defendido por las armas hasta su derrota a fines del mismo año.
Los patriotas y habitantes de Quito masacrados el 2 de agosto de 1810, entre los que estuvieron Juan Salinas, Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Juan Pablo Arenas, José Riofrío, Francisco Javier Ascásubi, Antonio de la Peña, José Vinueza, Juan de Larrea y Guerrero, Manuel Cajas, Mariano Villalobos, Anastasio Olea, Vicente Melo, D. Tobar (nombres que constan en el recuadro conservado en la Sala Capitular de San Agustín, donde se constituyó la primera Junta), merecen un sentido reconocimiento histórico, porque ellos encabezaron la lucha por la libertad y contra el coloniaje, bajo circunstancias adversas. En Chile se bautizó a Quito como “Luz de América”, por haber sido esta ciudad y sus habitantes la que dio el Primer Grito por la Independencia del país.
Tuvieron que pasar 10 años desde 1812, hasta el 24 de Mayo de 1822, para que gracias al apoyo venido del Norte y desde Venezuela y Colombia, se formara la Gran Colombia y se tuviera libertad como Departamento del Sur bajo el dominio militar de Bolivar y Sucre hasta 1830, cuando murieron Bolívar y Sucre, Ecuador se separó definitivamente de la Gran Colombia, y tuvo su destino actual como país libérrimo y fronterizo entre dos grandes Virreinatos, el gobernado desde Bogotá y el gobernado desde Lima, siendo Quito la capital libertaria de América, indomable y tenaz que siempre ha sido y siempre será.
200 AÑOS DE REALIDADES Y UN FUTURO GLOBAL
Quito siempre ha sido libre al mirar hacia el Norte, y ha dejado de ser libre al mirar hacia el Sur. Quito, como capital equinoccial es un punto de encuentro de los libertarios de todo el Sur que miran hacia el Norte, y aquello es más patente que nunca hoy, 200 años más tarde.
Hay que recordar que los Criollos de Quito y de Ecuador no querían depender de un virreinato u otro, ni de un imperio u otro, sino que querían tener sus propios negocios y expandirse continental y globalmente con sus productos.
La Escuela Quiteña, por ejemplo, es un producto cultural de calidad, lo mismo que las telas producidas en sus años con la industria textil de los obrajes, más los productos de alta demanda en Europa que Bolívar llevó a las grandes capitales desde todos los lugares con quienes comerciaban en toda la América del Sur. Otros productos liberados para su comercio eran los alimentos y materias primas, y sin duda, el conocimiento académico y la riqueza natural de la biodiversidad eterna en zonas ecuatoriales.
Hoy celebramos 200 años de realidades comerciales, económicas, sociales, ideológicas, liberales y libertarias que se juntan en la siguiente narrativa de lo que festejamos todos los quiteños en el mundo: nuestro 24 de Mayo.
LA BATALLA DEL PICHINCHA
La batalla de Pichincha como conflicto armado ya propiamente dicho, con todo el contexto provisto, ocurrió el 24 de mayo de 1822, en las cercanías del volcán de Pichincha, actual República del Ecuador.
Esta batalla fue la que selló la independencia del departamento de Quito, anteriormente llamado Real Audiencia de Quito del reino de España, por lo que impulsó a su vez la independencia del territorio actualmente conocido como Ecuador.
En este conflicto armado se enfrentaron dos bandos:
El ejército de la Gran Colombia: al mando de Antonio José de Sucre, Abdón Calderón, José María Córdova, Andrés Santa Cruz, Cayetano Cestáris, John Mackintosch, y otros héroes que las dirigieron y protagonizaron.
Ejército realista: al mando de Melchor Aymerich, defendiendo los territorios colonizados de la Corona española.
La batalla se desarrolló en las laderas del volcán Pichincha, próximo a la población del mismo nombre, y fue ideada por el estratega y general Antonio José de Sucre, de origen venezolano, quien agrupó los batallones y soldados disponibles para organizar la batalla en contra de los españoles, dirigidos por Melchor Aymerich.
La conquista independentista de Quito logró la liberación de las provincias que pertenecían a la Real Audiencia de Quito, al mando de la Corona española. Así, a partir de estas, surgió la República del Ecuador.
Causas y consecuencias de la batalla de Pichincha
Causas
Entre las principales causas de la batalla de Pichincha podemos destacar:
El intento constante de emancipación de la Corona española por parte de ciudades como Quito, Guayaquil y Cuenca, que provocó reiterados conflictos políticos y militares entre patriotas y realistas.
El movimiento independistas a través de todo continente americano, dirigido por figuras como Simón Bolívar y José de San Martín, que motivó a los pobladores y soldados de muchas ciudades a promulgar las ideas libertadoras.
La batalla de Boyacá, librada el 7 de agosto de 1819, que dio inicios a la independencia de territorios vecinos en el virreinato de Nueva Granada.
La ocupación de las tropas realistas en Quito fue el principal detonante de esta batalla por la independencia de la Gran Colombia.
Consecuencias
Entre las principales consecuencias de la batalla de Pichincha podemos destacar:
La capitulación firmada por el general español Melchor Aymerich y Antonio José de Sucre, en la cual las fuerzas españolas le entregaron las armas al ejército de la Gran Colombia y aceptaron la derrota.
Con la rendición del ejército realista español, los patriotas pudieron entrar victoriosos a Quito y en forma definitiva declararon la independencia.
Se anexó el departamento de Quito a la República de Colombia y de esta manera las ciudades vecinas continuaron emancipándose del dominio de la metrópoli.
Gran parte del material bélico de los realistas fue capturado, lo cual ayudó a continuar con la campaña de independencia.
Un total de 600 muertos: 400 de las fuerzas españolas y 200 del ejército de la Gran Colombia.
El ejército de la Gran Colombia pudo concentrarse en eliminar al ejército español del territorio, posibilitando de esta manera la Independencia del Perú.
Importancia de la batalla de Pichincha
La batalla de Pichincha provocó la independencia de la ciudad más importante de Ecuador, Quito.
Por otro lado, significó la derrota de las fuerzas realistas y su rendición ante los independistas, junto con su debilitamiento. La batalla permitió que diferentes territorios vecinos fueran impulsados a lograr su independencia.
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