
LIBRES A CONCHO
- ROBERTO SALAZAR CORDOVA

- hace 3 horas
- 2 Min. de lectura
Un futuro que se vivirá a todo dar.
Los miembros de la generación X vivimos hoy un momento de síntesis. Los años recorridos nos permiten mirar la vida como un camino continuo, donde cada etapa se apoya en la anterior y abre la siguiente. La experiencia acumulada, el criterio formado y la libertad ganada con trabajo nos permiten avanzar con sentido, crear en comunidad y servir con alegría. Adelante siempre. Hasta el cielo.
Nuestros primeros años transcurrieron entre la música, el estudio y el deporte. El juego compartido y la disciplina cotidiana formaron hábitos que permanecen. Conocimos la ciudad caminando y pedaleando, conduciendo, conversando y observando. Allí aprendimos a estar presentes, a escuchar y a cuidar los vínculos que acompañan.
La juventud nos permitió descubrir el mundo y el amor que permanece. Colegio y universidad se vivieron como espacios de aprendizaje integral. Asumimos responsabilidades, cultivamos amistades y fortalecimos compromisos. Esa etapa dejó una convicción profunda: la vida se construye en relación y se sostiene en el cuidado mutuo.
La entrada a la adultez fue activa. La universidad se combinó con el trabajo, la docencia, la escritura y la investigación. Aprendimos a producir valor mientras aprendíamos. El conocimiento se transformó en servicio y la vocación profesional tomó forma con hechos concretos.
Con el paso del tiempo llegaron mayores responsabilidades. La vida familiar y los proyectos públicos ayudaron a ordenar el tiempo. Equipos, instituciones y comunidades se integraron al día a día. Las ideas encontraron estructura y continuidad. Comprendimos que los procesos crecen cuando se sostienen en sistemas claros y compartidos.
Más adelante, el horizonte se amplió. El trabajo se volvió regional y luego internacional. Los conceptos desarrollados antes se integraron en marcos amplios donde comunidad, mercado, inversión, cultura y política dialogan. Al mismo tiempo, la siguiente generación inició su propio camino. La mirada se volvió más larga y el tiempo se administró con mayor conciencia.
En los años recientes, la construcción se enfocó en la infraestructura. Plataformas, redes y herramientas digitales nos permiten dar estabilidad y proyección. El rol evolucionó desde la ejecución diaria hacia el diseño de sistemas que permanecen. Así se abrió una etapa de servicio más libre y profundo.
Lo que viene lo vivimos con serenidad y decisión. Elegimos mejor el tiempo y la energía. La experiencia se comparte a través de la mentoría, la inversión con sentido y el acompañamiento a familias y territorios. Cada día cuenta como una oportunidad de contribuir y de crecer juntos.
Seguimos en movimiento. Acompañamos, cuidamos y sostenemos lo construido. Nuestra presencia se vuelve un regalo compartido en comunidad y familia. El futuro se despliega como un espacio abierto para vivirlo plenamente, con gratitud y esperanza.
Así avanzamos como generación X. Con continuidad y propósito. Vivimos cada tramo con plenitud, servimos con alegría y caminamos con esperanza hasta el último día.
Adelante siempre.
Hasta el cielo.






























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